que queda en los pliegues de tu camisa,
susurra los momentos que hablan en tus dedos,
domina los instintos, plasma el beso en una cintura,
al acariciar una guitarra con los labios;
quizás sea susurros, quizá sea amor;
el sonido de dos corazones en silencio;
las olas dormidas al calor de tus labios,
caminando entre los recuerdos que te nombraban;
como aquella noche te robaba estrellas para ponertelos en la cama
para que durmieses agusto.
Las horas dulces vuelven al cambio;
y vuelan entre las caricias del ocaso;
quedan horas para que la noche deje de tener nombre;
un anochecer viendo como la ciudad se va durmiendo
y una cabeza apoyada en otro hombro hablan de amor
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